Magia y ciencia. Las leyes de Clarke



En muy numerosas ocasiones no son los científicos los que poseen una visión tan clara del futuro del conocimiento del mundo natural o del avance de la tecnología. Los que han demostrado ser mucho mejores profetas en este sentido han sido los escritores o los artistas. Uno de los grandes imaginantes del futuro fue Leonardo da Vinci (1452-1519). Es extremadamente difícil el tratar de meter a Leonardo en una categoría. La mejor palabra que se ha inventado para una persona como tal es polímata. Un polímata es aquella persona que domina con considerable grado de destreza diferentes areas del conocimiento. Leonardo era artista, anatomista, pintor, dibujante, escritor, escultor, ingeniero, arquitecto y cocinero, entre otras cosas. Leonardo no fue una de las primeras personas de quien tenemos noticia de haber ideado maquinas voladoras, submarinos o tanques de guerra. En lo que podríamos decir que sí fue pionero fue en habernos dejado rastro de los diseños de dichas máquinas que hoy en día sabemos que tenían cierta posibilidad de funcionamiento. Leonardo sabía que algún día sería posible el vuelo o el submarinismo, aunque pasaron alrededor de 400 años para que sus ¨fantasías¨ se volvieran realidad. 



Otro gran profeta de la tecnología fue el escritor de ficción Julio Verne (1828-1905). Verne estudió derecho y nunca tuvo una educación científical formal, aunque nos cuentan que fue un apasionado lector de la ciencia de su tiempo, entre muchas otras cosas. Fue este escritor quien logró marcar en las conciencias de sus contemporáneos la posibilidad de la llegada del hombre a la Luna, hazaña que se logró poco más de medio siglo después de la muerte de Verne. 




Arthur C. Clarke (1917-2008) fue otro escritor de ciencia ficción quien en tres leyes formuló sus observaciones sobre el avance científico: 




1a Ley: Cuando un científico eminente pero anciano afirma que algo es posible, es casi seguro que tiene razón. Cuando afirma que algo es imposible, muy probablemente está equivocado. 


2a Ley: La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible. 

3a Ley: Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. 


De acuerdo con las leyes de Clarke. ¿De qué hablaban Verne o da Vinci en sus respectivos tiempos? ¿De tecnologías suficientemente avanzadas? ¿O de magia?


Tal vez podamos obtener algún corolario de las leyes de Clarke si extrapolamos hacia el pasado. La primera vez que se utilizó la palabra ¨científico¨ para definir a una persona que se dedica al estudio del mundo natural en el sentido moderno fue en 1833 por el teólogo, filósofo e historiador William Whewell. Es decir, antes de esa fecha no podemos hablar de científicos, o para el caso, de ciencia en un sentido estricto. Los antepasados directos de los científicos modernos son los llamados ¨Filosofos naturales¨, entre ellos los más famosos genios de la historia: Newton, Copérnico, Kepler, Tycho Brahe... Todos ellos filósofos de la naturaleza... y también alquimistas, astrologos u ocultistas. Y sí, su práctica de la magia los llevó a lo que hoy en día consideramos avances científicos. 

He aquí entonces un corolario de la tercera ley de Clarke. O quizá simplemente un replanteamiento de su tercera ley:

Corolario: Una magia lo suficientemente avanzada es indistingible de la ciencia.



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