Newton el detective. parte 1



"... Oh, mi Dios, que seré asesinado a menos de que usted me salve... Oh, mi Dios, que espero mover su corazón con miscericordia y piedad para que haga algo por mi. 



                Su casi asesinado y humilde servidor,

                                                W. Chaloner. "

Carta de Chaloner a Newton. 3 de Marzo de 1699





Una de las figuras de la historia de las Ideas que más me han causado fascinación es la de Isaac Newton. Newton no solo dejó una huella enorme en las áreas a las que he dedicado mis estudios, sino también se interesó por cuestiones que van más allá de lo que puede estudiarse por medio de la razón. Además fue un hombre de política y, como veremos, un gran detective.

En 1695 un hombre llamado Charles Montagu, quien era presidente de la Royal Society de Londres, le informó a Newton que el rey tenía preparado un trabajo para él. Se había decidido que Newton sería el Guardian de la Real Casa de Moneda de Inglaterra. 


No había trabajo que le quedara grande a Newton. Un miembro respetado en la naciente comunidad científica de su época, a sus 53 años tenía ya el cabello completamente blanco debido a exponerlo demasiado tiempo a los gases emanados de sus experimentos de alquimia. Le habían dicho que su nuevo trabajo no le quitaría mucho tiempo de las cosas que realmente le interesaban.

Sin embargo, su nombramiento como Guardian le llegó en un momento un tanto complicado. Inglaterra estaba pasando por una grave crisis financiera debido a uno de sus múltiples conflictos bélicos contra Francia. Aunado a esto, la falsificación de monedas era, irónicamente, la moneda corriente en la época. Se calcula que más de la mitad de las monedas que circulaban eran falsificadas o estaban alteradas de alguna forma.

Poco antes de que Newton fuera nombrado Guardian, Inglaterra había decretado una serie de duras leyes contra la falsificación. Los crímenes más severos eran considerados una fuerte ofensa contra la corona y se castigaban con la muerte.

Al llegar a su nuevo puesto, Newton puso manos a la obra para tratar de dar con los falsificadores. Existen registros de que él mismo tomó cientos de declaraciones de gente que había llegado a él gracias a que se hizo de una eficiente red de informantes. Cuenta la leyenda que el mismo Newton iba disfrazado a los barrios bajos del viejo Londres en busca de soplones y presuntos culpables. 

Pero si bien pudo atrapar a varios criminales de bajo perfil, la mente genial de Newton comenzó a percibir ciertos patrones. Había algo raro, algo que no podía explicarse de forma casual. 

Fue pronto cuando el Guardian se dio cuenta que detrás de gran parte de la falsificación de monedas se encontraba una sola persona. Todo apuntaba a que Newton se estaba enfentando a una mente maestra, a un enemigo digno de él.

Este no era un criminal común, era el más perfecto falsificador del reino, casi un artista. Un jugador de dados tan sutil que no le molestaba arruinar su perfección al usar su genio. Tenía que ser tan brillante que actuaba de manera oculta, como las fuerzas y las ciencias que interesaban a Newton. Sólo él podía atraparlo. Su rival se llamaba William Chaloner...

(Continua en parte 2)



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