Viaje a Tierra Santa 2. Las ocho puertas de Jerusalén



...continúa de Parte 1.







A pesar de que había dormido poco, fue demasiada la emoción de estar en un lugar donde es difícil distinguir la historia de la leyenda. Ese día me levante poco mas tarde de las 8:30 de la mañana.

Roger se fue sin despedirse ya que tenía que estar muy temprano en su universidad. Me dejó un poco de pan, fruta y café para no salirme de la casa con el estómago vacío. Tenía listo un mapa de la ciudad, una guía de las líneas del tranvía y una lista de los autobuses que me serían útiles durante el viaje. 

Antes de ir a dormir, habíamos acordado de encontrarnos esa misma tarde en la Puerta de Jaffa. Fue entonces cuando Roger me explicó que existen 8 puertas para entrar o salir de la ciudad vieja de Jerusalén:

La puerta de Jaffa.


La puerta de los leones


La puerta de Damasco


La puerta de Sion


La puerta de Dung


La puerta de Herodes


La puerta Nueva


La puerta Dorada (cerrada desde 1541)


Bebí el café y me guardé el pan y la fruta para el camino. Tomé un autobus cerca de la casa de Roger que me dejaría en una central que estaba muy cerca de la Puerta de Damasco. El autobús era bastante rústico, de uso más bien por gente trabajadora, todos ellos árabes. Roger me había prestado un par de Shekels para poder pagar. En el centro de la ciudad encontraría el lugar para cambiar los Euros que traía. 

Llegué a la central y caminé un par de cuadras hasta ver la puerta de Damasco. Había mucha gente vendiendo cosas, fumando, charlando. Gasté los últimos Shekels de Roger en un jugo de zanahoria y una especie de pan árabe con ajonjolí que vendían en los puestos frente a la puerta. Pude notar cómo la gran mayoría de los judíos al entrar o salir de la ciudad besaban con su mano unas marcas en la Puerta que, supe después, se llaman mezuzá. En ellos están contenidos fragmentos de pergamino con unos versículos del Deuteronomio donde se encuentra un rezo conocido como Shemá:

Shemá Israel, Adonai Elohéinu, Adonai Ejad

Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno.

Terminé mi jugo y el pan árabe. Decidido, comencé a caminar hacia la Puerta de Damasco. En una especie de frenesí, besé mi mano y la puse sobre la mezuzá. Estaba entrando a Tierra Santa.

...continúa en Parte 3...









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