Viaje a Tierra Santa 7. El muro de los Lamentos


Continúa de Parte 6





Al día siguiente de la visita al desierto y el monasterio de Mar Saba, me dirigí muy temprano al corazón de la ciudad antigua. Ya estaba un poco más familiariazado con sus callejones laberínticos por lo que no me costó demasiado trabajo llegar a mi destino de ese día; el Muro de los Lamentos.

Me formé junto a un pequeño grupo de personas que se notaba por sus facciones y acentos que no eran locales. Era yo uno de los primeros en la fila por lo que pude tener una vista muy cercana de algunas rarezas que ilustran la convivencia de las tradiciones antiguas con la modernidad. Por ejemplo, me llamó la atención que justo antes de entrar a la explanada que lleva al Muro, existe un detector de metales debajo del cual se debe de pasar para poder acceder al sitio. Junto al detector hay un escrito en varios idiomas:

"Los Rabinos, después de una intensa lectura, discusión e interpretación de la Torah, han determinado que cruzar este detector de metales durante el Shabbat no constituye la violación de ninguna ley"

Me puse a pensar cómo se llega a una deliberación de esa naturaleza... Es decir, ¿en verdad pueden interpretarse las escrituras, hechas hace mas de dos mil años, para determinar si Dios se ofende o no por que uno atraviesa un detector de metales en Sábado? De cualquier forma, yo me quedé conforme de no estar yendo en contra de las creencias de nadie.

Después de una breve espera, pude entrar al que quizá es el lugar más sagrado del Judaísmo. Los judíos lo llaman Muro occidental, y son los restos de una ampliación que se hizo en los tiempos del rey Herodes a los muros que rodean lo que alguna vez fueron el Primer y Segundo Templo. Unos sesenta metros quedan al descubierto en el Barrio Judío. El resto (al parecer un poco menos de 500 metros) se encuentran cubiertos por edificios del Barrio Musulmán. La tradición lo llama Muro de los Lamentos, pues los judíos se le acercan a orar y lamentar que su templo ha sido destruído y no ha podido ser recuperado.




Los turistas fuimos advertidos de que entrábamos a un lugar sagrado. Se nos pidió cubrirnos la cabeza y mantener un comportamiento decoroso. Yo utilicé una kipá que podía tomarse prestada de una canasta muy cerca del muro. Noté que muchas personas se purificaban con agua antes de entrar a rezar, e hice lo mismo. 





Pude acercarme tanto como quise y al final noté que mi presencia pasaba desapercibida para la mayoría de las personas, cuyas mentes estaban totalmente enfocadas en sus rezos y sus lecturas.

Pude tocar las piedras del muro; notar la cantidad de exvotos que los religiosos colocan entre sus ladrillos y apreciar las hierbas que crecen entre ellos. Al ver todo lo que ocurre alrededor del Muro, uno acaba percibiendo algo que va más allá de los sentidos, una sensación casi mágica. 

Me quedé un rato disfrutando de la vibra del lugar con toda la calma del mundo. Tenía todo el día para continuar mis reflexiones. Saliendo del muro, decidí caminar hacia la Puerta de Dung y poder tomar unas fotos de las ruinas que rodean el Monte del Templo.

Continua en Parte 8









Comentarios

Entradas populares