Regreso a Tierra Santa 5. Las raices judías del cristianismo
(continúa de Parte 4)
El propósito en esta jornada del viaje era el de seguir los rastros del cristianismo en sus raíces judías, explorar los sitios donde las dos tradiciones convergen y se entrelazan.
Comenzamos en el Monte de los Olivos y Getsemaní. Desde la cima del Monte de los Olivos, la vista de la Ciudad Vieja de Jerusalén es sobrecogedora. Este monte ha sido testigo de incontables peregrinos, profetas y oraciones. Aquí, según los evangelios, Jesús lloró por Jerusalén y enseñó sobre el fin de los tiempos. Caminando cuesta abajo, hacia Getsemaní, los olivos centenarios parecen susurrar secretos de la noche en que Jesús oró antes de su arresto.
Caminamos hacia la ciudad vieja, entrando por la Puerta de los Leones. Nuestra primera parada fue Betesda, un sitio que aparece en el Evangelio de Juan como el lugar donde Jesús sanó a un paralítico junto a las piscinas. Imagino la desesperanza de los enfermos que esperaban un milagro en aquellas aguas. La historia de Jesús aquí es una de compasión y desafío a las normas religiosas de su época. El eco de esa controversia sigue resonando en la coexistencia, a veces tensa, de las múltiples tradiciones de Jerusalén.
La Iglesia de Santa Ana, situada cerca de la Piscina de Betesda, es un sitio significativo tanto arqueológicamente como religiosamente. La iglesia, de estilo románico, fue construida en el siglo XII por los cruzados y es conocida por su excelente acústica. Actualmente, está bajo la custodia de los Padres Blancos y es un importante destino de peregrinación.
Al salir de ahí, comenzamos a recorrer la Vía Dolorosa, lo cual es siempre un ejercicio de memoria y devoción. Los pasos de Jesús cargando la cruz son seguidos diariamente por peregrinos de todo el mundo. Las estaciones del viacrucis marcan momentos de sufrimiento y resistencia. Vale la pena detenerse en cada una de ellas, reflexionando sobre la humanidad de Cristo, sobre su dolor y su entrega. El bullicio del mercado y las llamadas de los comerciantes contrastan con la solemnidad del camino, recordándome que Jerusalén es una ciudad viva, no un museo de la fe.
Llegar al Santo Sepulcro es encontrarse con el corazón del cristianismo. El sitio donde, según la tradición, Jesús fue crucificado, sepultado y resucitó, está envuelto en un ambiente de incienso, murmullos de oración y el sonido de los pasos de los peregrinos. Aquí las diferencias entre las denominaciones cristianas se hacen visibles en la administración compartida del templo, reflejando las fracturas y reconciliaciones de la historia cristiana. Me detengo en la Piedra de la Unción y en la pequeña capilla del Edículo, donde la fe en la resurrección sigue siendo el centro de todo.
Paramos a comer algo en la ciudad vieja de Jerusalén para continuar hacia el Monte Sion, donde la tradición ubica el Cenáculo, el sitio de la Última Cena. Me sorprende la estructura gótica del lugar, más tardía que los eventos que conmemora, pero que aún mantiene su simbolismo. Aquí se habría instituido la Eucaristía y, según algunos relatos, habría descendido el Espíritu Santo en Pentecostés.
A pocos pasos, la Tumba de David me recuerda la conexión profunda entre el cristianismo y sus raíces judías. El rey David, ancestro de Jesús según las genealogías evangélicas, es venerado por judíos, cristianos y musulmanes. La sala de la tumba está dividida por una barrera, separando el acceso de hombres y mujeres en la tradición judía. En este espacio sagrado, la línea entre las religiones parece difusa, como si compartieran una misma fuente de fe.
Este viaje ha sido más que una exploración de lugares santos; ha sido una inmersión en la historia viva de la fe. Jerusalén no es solo una ciudad de piedra y memoria, sino un espacio de encuentros y tensiones, de oraciones y disputas. Las raíces judías del cristianismo están aquí, no solo en los sitios que visité, sino en la continuidad de la tradición, en las Escrituras compartidas y en la esperanza de redención que ambos pueblos, de formas distintas, siguen esperando.
Comentarios
Publicar un comentario